Acreedores de tu confianza, deudores de tus fondos.

Estamos acostumbrados a vivir en una economía totalmente bancarizada y este hecho no es ni mucho menos baladí. Cuando ingresamos dinero por la realización de un trabajo o por la venta de un activo, vemos con absoluta normalidad que éste se ingrese en una cuenta bancaria.

Tener el dinero bajo la custodia de un tercero, nos aporta una seguridad que se deriva de la confianza que tenemos en que este agente custodio lo va cuidar con esmero y, nos lo entregara total o parcialmente cuando así se lo solicitemos.

Además, el banco nos proporciona una serie de productos y servicios, de alguna forma, como contraparte de esa confianza que depositamos en ellos. Así, nos concede préstamos para el consumo cuando nuestra renta presente es inferior al costo de aquello que queremos adquirir, cuenta con mecanismos para asegurar nuestros fondos contra fraudes y robos, como es el caso cuando extraviamos nuestra tarjeta de crédito, e incluso nos aporta una notable comodidad con la domiciliación de nuestros recibos cotidianos.

 

 

En definitiva, nos sentimos seguros sabiendo que nuestro dinero, que es indispensable para garantizar nuestro bienestar, está perfectamente resguardado en una determinada entidad bancaria y, es en este sentido, por lo que el banco es acreedor de nuestra confianza.

Pero también es deudor de nuestros fondos y, cuando queremos retirar una cuantía de un importe superior a aquel que ellos estiman “lo normal”, vemos con bastante recelo como se producen llamadas telefónicas internas para autorizar dicho retiro, o incluso, te advierten de que para disponer de tu dinero deberías haber avisado con suficiente antelación.

El recelo se convierte en molestia cuando deseas mover tus fondos hacia una determinada cuenta, que igual ya has verificado y para ti es confiable y, te ponen todo tipo de problemas para hacer uso de tu propio dinero.

La molestia es directamente perjuicio si viajas al extranjero y no crees conveniente avisarles de dicho desplazamiento, ya que no le atribuyes al banco la potestad de tener que autorizar tus movimientos, y descubres con desazón, como al primer pago que efectúas en país extraño al tuyo, tienes tu tarjeta bloqueada, atendiendo a no se sabe muy bien qué criterio sobre pagos de naturaleza sospechosa.

Toda o parte de esta casuística, quizá a alguno de nuestros lectores les suene familia y, entenderán perfectamente el enojo y la irritación que ocasionan, ya que en este caso el banco es deudor de mis fondos y me gustaría que me permitieran usarlos a mi antojo.

Por el contrario, nos encontramos con una nueva manera de proceder en la economía digital descentralizada, sobre la cual hemos escrito bastante en este blog, pero nunca desde este prisma.

 

 

La economía digital descentralizada, al contrario que los bancos tradicionales, no es acreedora de tu confianza, ya que eres tú el único responsable y custodio de tus fondos. Cuando comienzas en este mundo, de las primeras cosas que has de aprender es que existen mil maneras de perder tu dinero; aprendes a no realizar nunca una transacción desde una red wifi pública, entiendes que las direcciones de las billeteras han de ser copiadas y pegadas de manera exacta, adviertes que si por ejemplo envías BTC a una cuenta de ETH vas a perder tu dinero, es posible que padezcas a alguno de los mil proyectos fraudulentos que pululan por la red intentando captar tu capital, u otros que en un principio no son scam pero que terminan quebrando y desaparecen.

En definitiva, te obliga a estudiar y formarte sobre las maneras de tener a salvaguarda tus ahorros y, con un poco de persistencia, empiezas a entender la diferencia entre una wallet caliente y una fría, para qué sirven las semillas, las claves privadas, etc. Y, además, si algo te sale mal, nadie te puede ayudar, ya que la palabra descentralizada significa eso, que nadie tiene las llaves de la caja.

Como veis, es un concepto nuevo, es un entorno diferente que te saca radicalmente de tu zona de confort financiera y, sin embargo, te das cuenta de que compensa por simple hecho de que nadie en absoluto va a hacerte una sola pregunta sobre lo que quieres hacer con tu dinero y por qué.

Hasta hace no demasiado tiempo, había un aspecto importante que la economía digital descentralizada no cubría satisfactoriamente, como era el tema de los préstamos y su accesibilidad, pues bien, en los últimos meses estamos asistiendo a una explosión en este sentido, la economía Defi (finanzas descentralizadas) está en auge absoluto y además con un atributo que hacía tiempo que no veíamos. ¡El interés es positivo! Queriendo esto decir que pedir dinero, este sí, dinero de verdad, te cuesta un interés; pero prestarlo te lo reporta. Tal cosa a día de hoy parece revolucionaria.

Como vemos, la gran diferencia es que la economía digital descentralizada no pretende ser dueña de tus fondos, ni acreedora de tu confianza. En esencia nos devuelve la auctoritas y la potestas sobre nuestra economía, pero nos asalta una gran pregunta ¿Creemos que el gran público está preparado para este cambio?

 

 

No siendo el objeto de este post dar respuesta a la anterior pregunta, sino tan solo plantearla y que cada cual reflexione sobre ella, sí creemos que es bueno comenzar a hacérnosla a nosotros mismo. Si tu respuesta es afirmativa, enhorabuena, estas en el camino correcto y además en el sitio adecuado, ya que Criptoro te ofrece la formación que requieres para comenzar a transitar por este camino que en principio te sacará de tu zona de seguridad, pero al poco descubrirás que el esfuerzo valió la pena.

Visita nuestro IFDC y comienza ya a formarte en el economía digital descentralizada, a tu ritmo por medio de nuestros cursos enfocados a diferentes grados de aprendizaje y conocimiento.

 

Efrén Arroyo

Economista, Periodista y Director de Criptoro Digital Blog.