Nuestros lectores habituales ya saben que somos férreos defensores de que la economía mundial hace años comenzó un viaje de transformación de un modelo analógico, basado en representaciones físicas del valor, a otro en el que la representación del valor es digital. Este proceso no solo es difícil de realizar, sino que además, es aún más complicado de explicar.
La dificultad estriba en que el ser humano está perfectamente diseñado, si se me permite el término, para entender aquello que puede ver, tocar o escuchar, es decir aquellas cosas que armonizan con los sentidos con los que la naturaleza nos ha dotado, pero en general somos bastante limitados para comprender el valor de los bienes inmateriales, y si no me creen pregunten por su entorno sobre cuál es el valor de una marca y comprobaran como van a recibir diversas y variopintas respuestas, siendo éste un activo intangible del que existen referencias desde principios del s. XVII.
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Por tanto, si ya es complejo de explicar, cuanto más difícil es que las personas de manera espontánea y no inducida, entiendan por si mismas el valor de lo inmaterial y de cómo es posible que algo incorpóreo y perteneciente al mundo de las ideas sea valioso y, además, mucho mas seguro que aquello que podemos ver o palpar.
Este razonamiento, nos ayuda a entender por qué gran parte de la sociedad no es capaz de ver que la economía analógica agoniza, el dinero papel muere, la sobredimensionada arquitectura funcionarial de los estados es accesoria y la sobrepoblación de políticos y regulaciones no es sostenible. En el fondo, esta negación de la realidad también tiene que ver con nuestro miedo a los cambios. Y si te paras a mirar el cambio y analizarlo en su conjunto, te das cuenta que éste es enorme.
Es tan grande que, en un futuro, que ya está aquí, los bienes y servicios de nuestro entorno, aun siendo físicos, tendrán su representación digital, la cual podrá ser adquirida a nivel global dándonos una serie de derechos y/u obligaciones estipulados en una guía o White Paper y registrados en un contrato inteligente (Smart contract), de manera segura, inmutable e incluso pública. A esto lo llamamos tokenización.
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La tokenizacion en principio, no es un derecho de propiedad sobre el bien o el activo, sino que es más bien la digitalización en blockchain de las propiedades de un bien y su transformación en unidades que pueden ser intercambiables o almacenables. De las virtudes del bien o el activo en cuestión depende la revalorizacion del token. Aunque finalmente el token será lo que diga el White Paper que sea. Por tanto, el inversor es responsable de conocer las cualidades de aquello que está comprando.
De esta manera, la tokenizacion es aplicable a prácticamente todas las cosas que hay en el mundo, materiales o no, y en consecuencia, miles de proyectos se están cimentando, financiados en parte, gracias a esta tokenizacion que reporta ventajas a ambas partes. Sobre todo, cuando actúan de forma responsable y honesta.
Como ejemplo cercano podemos poner el token de Criptoro (CTRO) desarrollado con tecnología ERC-20 Ethereum y que, por sus cualidades intrínsecas, además de las ventajas y utilidades que proporcionará, se convertirá en poco tiempo en un activo digital de enorme valor. Tendremos ocasión hablar mucho más sobre todo esto, en un posterior artículo.
La tokenización de la gran mayoría de proyectos que se están desarrollando en los últimos años, al igual que el de Criptoro, se asientan sobre el protocolo ERC-20 de Ethereum, ya que este protocolo de blockchain tiene el potencial de funcionar como Turing completo, es decir, con él se puede diseñar, proteger y digitalizar prácticamente cualquier cosa.
Esta versatilidad de la “maquina” Ethereum le sirve no solo para ser el soporte de infinitos proyectos diferentes, sino también le capacita para replicar y almacenar en un futuro todo el acervo documental a nivel mundial. Poca broma.
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El ambicioso objetivo de Ethereum va a ser posible, según su creador Vitalik Buterin, gracias al Sharding que consiste en fragmentar la red Ethereum en muchas porciones llamadas Shards, las cuales serán cada una independiente de las otras, contando con su propio registro de Smart Contracts, de los que solo se notificará al validador cuando se produzcan modificaciones en los mismos; resolviendo para siempre, según Buterin, el problema de la escalabilidad de la red.
Si a este enorme potencial de Ethereum como proyecto, le sumamos que la versión 2.0 pasará del Proof of Work (prueba de trabajo) al Proof of Stake (prueba de participación) lo que significará abandonar la minería, ya que ahora serán los validadores los que verifiquen los nuevos bloques a cambio de una serie de recompensas. Pero para poder optar a estas recompensas por validar, debes almacenar e inmovilizar parte de tus tokens (ether,ETH) limitando de esta manera la oferta en circulación del token, creo que podemos entender el potencial de revalorización del ether.
Curiosamente, la mejor forma de entender por qué puede revalorizarse un token, es explicando el protocolo que está tokenizando al mundo.
Efrén Arroyo
Economista, Periodista y Director de Criptoro Digital Blog.